
Los casos de trata con fines de explotación sexual por lo general son delitos “invisibles”. Por deudas impagables, amenazas o coacción, las víctimas normalmente no se atreven a salir de los bares, cantinas o night club a donde fueron llevadas con engaños.
Pocas veces las mujeres, niñas o niños escapan para contarle su drama a la Policía. Tal vez Aki protagoniza uno de esos pocos casos. Además de salirse de un conocido night club de Piura, denunció al propietario por presunto delito de trata. Aunque el denunciado niega todas las acusaciones, ahora mismo ella come y duerme refugiada en una comisaría, sale a la calle con protección policial y el Ministerio de la Mujer no descarta enviarla a una casa refugio, si la fiscal del caso tipifica el delito como trata de personas.
Nadie la obliga a estar prisionera. Pero Aki se niega a salir de la comisaría. No sale sin seguridad. Cada vez que llego a entrevistarla, debemos hablar en un oscuro dormitorio policial. Sólo entre camarotes vacíos con borceguíes en el piso se siente segura. No sólo porque no tiene a dónde ir. Aún si consiguiera el pasaje para volver ahora mismo a Tarapoto, teme que al salir a la calle, ese hombre, mande a sus empleados a llevarla de regreso a “culear”, y constantemente mira su celular Toocs, imaginando que en cualquier momento va a llegar una advertencias-amenaza, en mensaje de texto. Está segura que la están buscando. Teme que “hakeen” su correo electrónico. Y aunque en estos días ella no tenga en Piura más hogar que la comisaría, lo menos que quiere es volver al cuartito celeste del night club, del que –asegura- sólo ha podido salir amenazando con saltar desde el segundo piso.
De hecho Aki asegura que estando en la propia comisaría ha recibido advertencias. El otro día, alguien que ella creyó era policía, se acercó a decirle “no sabes con quién te se estás metiendo”.
No hay cifras exactas, pero hasta el año 2002 el Mindes estimaba que en el Perú deben haber unas diez mil jovencitas explotadas sexualmente. No hay estudios actualizados para saber cuánto creció la cifra, ni cuántas están fugando por temor a seguir siendo retenidas y explotadas sexualmente. Pero el Estado ha tenido que crear casas refugio y cuenta con mecanismos para proteger a estas víctimas, como la Unidad de Protección de Víctimas y Testigos del Ministerio del Interior, el Ministerio de la Mujer está encargado de darles alojamiento y la Policía de protegerlas. Claro que todo eso es teoría, según Alberto Arenas, vicepresidente de Capital Humano y Social, ONG que ha rescatado en Perú más de 570 víctimas de trata-, en la práctica no se les garantiza seguridad al 100%: “Lo que más nos preocupa es la seguridad. Las víctimas pueden ser eliminadas mientras están huyendo. Tal vez ya se han dado casos y se reportan de otra manera”.
Arenas me habla a pocas semanas de ser hallada en una playa de Cañete, una maleta conteniendo el cadáver de Shirley Emperatriz Enríquez Tapayuri, una tarapotina de 22 años que, según la prensa limeña, fue asesinada tratando de huir de una mafia de trata de blancas. La “mujer de la rosa tatuada en la cadera” fue muerta el día de su cumpleaños.
En Piura, una persona ligada al mundo de los centros nocturnos aún recuerda el incidente en que una trabajadora sexual se arrojó de un vehículo en su intento por escapar, cerca de la zona de San Ramón. Sufrió graves heridas. Sin embargo, el hecho pasó como un pleito entre amigas.
El sueño… conquistar un hombre, dejar esa vida
Son las 4 de una madrugada de setiembre cuando el colombiano entra en La N, pero sobre todo entra en su vida. El trasnochado, camisa a cuadros, jeans, zapatillas, ni flaco ni corpulento, a Aki la llama niña, lo dice colombianísimo, soy ingeniero de una empresa de reparaciones eléctricas de alta tensión. La electriza a primera vista, cuando insiste en conocer su nombre real, la criatura de carne y hueso detrás de un apelativo, Aki, como la llaman en este centro nocturno a punto de cerrar.
- Me gustó que no me pidiera sexo, que más se interesara en conocerme para ver si podía tener algo serio conmigo.
Amor, afecto… Aki llevaba 24 años buscándolos, y cada vez que parece lograrlos, se le van de los dedos flacos. No pudo dárselos su mamá que la parió a los 40 años en Mishquiaco, a dos horas de Tarapoto, tampoco su padre anciano al que ni odia ni ama. Ese señor –dice sentada en su camarote- no sólo le faltaba juventud para querer a la última de sus trece hijos. La mandó de Mishquiaco a Tarapoto a vivir con una hermana mayor. Años después cuando la hija del agricultor de maíz se fue a vivir con una tía en las afueras de Lima, ni sus padres, ni hermanos estaban cerca para contarles que en esa casa alguien intentó violarla. Y tuvo que tragarse el odio porque el abusador era familiar de la amable tía que le daba alojamiento en el asentamiento Ventanilla Mi Perú. Por fin se fue a vivir con su hermana mayor, una peinadora del centro de Lima, que le enseña a trabajar para costearse alimento y cuadernos. Hasta allí todo bien, salvo por una mañana en que se duerme y despierta violada. Ahora nadie le cree que su propio sobrino la ha dopado con un vaso de gaseosa y somnífero para ultrajarla. Su hermana, la madre del adolescente violador, le dice tú lo sedujiste, tú tienes la culpa.
El amor, la confianza negadas por su propia familia, parece encontrarlos en el muchacho con el que se va a vivir primero en Tarapoto después en Zárate (Lima). Hasta que la suegra, a punta de chismes por Internet, logra arrancarle el cariño de su amado agente vendedor, que también pone lo suyo y se acuesta con una jovencita de Iquitos. En esas anda Aki, de corazón destrozado, herida, el día en que ingresa en una peluquería de la Ciudad de Las Palmeras, y el homosexual Dayan Nicol le propone llevarla a trabajar de mesera en Máncora y Piura.
Sin duda Aki fue captada por ser de Tarapoto, que por su mito de hipersexualidad de sus mujeres es, al igual que Iquitos y Madre de Dios, destino mítico del turismo sexual en el Perú. También Bagua (Amazonas) de donde fueron trasladadas ocho niñas que este mes fueron rescatadas por la Policía en Sechura. Las menores recibían 200 ó 400 soles mensuales por trabajar en 15 bares.
Www.worldsexguide.org/tarapoto.txt.html y http://travelsexguide.tv.main_nation4.htm son sólo algunos de los numerosos sitios web que promocionan la venta de sexo con “ardientes” tarapotinas o loretanas no sólo mayores, sino con niños o niñas, según el Mincetur. Cuando los clientes no son ocasionales turistas, sino propietarios de bares o centros nocturnos de otras ciudades, el gancho es pagarles el pasaje, comida y ofrecerles por adelantado trabajo y vivienda.
Aki nunca fue llevada a Máncora, Nicoll la llevó a Piura, a La N, en la Zona Industrial donde ahora, cerca del amanecer, su ángel colombiano ha pedido al DJ un ballenato y entre lágrimas de nostalgia le esta enseñando a bailar, como en las rumbas de Medellín.
- Eres bonita, pero… ¿qué haces acá?
Aki jura que podría ser sancionada, multada, si es descubierta coqueteando, hablando demás con ese ingeniero tan dulce. Tarapotina de Mishquiaco, mira al administrador cuadrando caja, donde cada cliente peruano ha pagado entre 150 soles por llevarse a la cama a una chica, cada extranjero 200 dólares y 20 soles por cada jarra de cerveza. Y ahora, sonríe para no llorar, revive heridas, apura las palabras porque el club está a punto de cerrar:
- Todos tenemos una necesidad… a veces no hay que juzgar a una persona sin saber sus motivos.
En los primeros días él paga las salidas. Luego ella rompe las reglas y se ven en hoteles “no autorizados” por el night club, recibe la propuesta de “algo serio”. ¿Se acostará sin protección? Conoce otras dos chicas que lo hicieron al recibir la misma propuesta y ahora viven obligadas a trabajar para cuidar de sus hijos. Igual acepta, deja de menstruar, se va con él, deja La N. Ni imagina que volverá y siendo madre abandonada a los 27.
Extraído de:
Diario El Tiempo