Pequeños esclavos

A un par de horas de las playas más paradisíacas de Tumbes existen cientos de hectáreas dedicadas al cultivo de arroz. Es un extenso terreno que, por la izquierda y la derecha, flanquea a la Panamericana Norte. De este lugar sale la mayor producción de arroz del país, pero lo que mayoría ignora es que mucha de la mano de obra que lo cultiva y cosecha pertenece a menores de edad.


Niños y niñas de ocho años, los más pequeños, hasta adolescentes de 14 son traídos de las zonas más pobres de Chiclayo, Cajamarca y Piura para trabajar como esclavos.

Bajo un sol que llega a los 34 grados de temperatura, los muchachitos cumplen con la dura jornada de un adulto.

Desde las cinco de la mañana se sumergen en el agua estancada de las parcelas para trasplantar el almácigo del grano (un pequeño arbusto donde germinan las semillas). Meten sus pequeños cuerpos en las pozas de barro de cuarenta centímetros de profundidad. Solo salen por momentos a comer los panes que los adultos les mandan en bolsas de plástico.
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