Mujeres consumibles

Hace unos días, el accionar de un grupo de ronderos urbanos en Cajamarca, golpeando a trabajadoras sexuales con el pretexto de erradicar la prostitución y la delincuencia, generó  la indignación de ciudadanos y ciudadanas conscientes de que se trataba de una violación a los derechos humanos y que este tipo de acciones además son ilegales, sexistas, reflejo de las violencias que vivimos las mujeres. Luego del episodio, se mantuvo en los medios el señalamiento de la errada actuación ronderil, pero de lo que casi no se habló es de las mujeres que fueron azotadas. Ningún medio se esforzó en contarnos quiénes eran, de dónde provenían, cuál era la situación en que se encontraban o si acaso son objeto de trata como la mayoría de casos de trabajadoras sexuales.
En el país, es marcado el silencio sobre la vida de las mujeres en situación de prostitución, muchas de ellas seguramente víctimas de trata, dando la sensación de que lo que le pasa a estas mujeres, la violencia, explotación e indefensión en que viven es poco trascendente o es parte de lo que les puede pasar al ‘elegir’ un trabajo tan riesgoso como el de ofrecer servicios sexuales, como si la gran mayoría de ellas eligiera o tuviera tantas opciones para decidir. En general, salvo por el trabajo de algunas instituciones como Capital Humano y Social y Alternativo o la ONG Huarayo en Madre de Dios, la situación de adolescentes y mujeres víctimas de mafias que las obligan a prostituirse no es un asunto que logra colocarse en la agenda pública, en la acción de las autoridades, en la discusión y la reflexión para la búsqueda de salidas que no atenten contra los  derechos de las mujeres o las coloque en situación de mayor vulnerabilidad.
El tema suele saltar a la palestra cuando se dan redadas policiales a los llamados prostibares o a los clubes nocturnos que existen a lo largo y ancho del país, especialmente en zonas con economías emergentes, o cuando algún caso llama la atención de un periódico local, como el que se conoció hace poco en Ayacucho, cuando un padre encontró a su hija desaparecida en un prostíbulo en la ciudad de Huanta, al ser notificado por otra chica que había logrado escapar de este local. 
Generalmente las chicas son captadas por bandas bien organizadas que pocas veces pueden ser desarticuladas y es cuando alguna logra ser descubierta que nos acercamos un poco a la dimensión de la problemática. Así sucedió en octubre del año pasado cuando la Policía Nacional logró capturar a una banda dirigida por una mujer, Clara Quispe Quispe, quien con engaños y promesas de empleo bien pagado captaba a las jóvenes en Huánuco, Cusco y Apurímac, supuestamente para que trabajen como meseras, para luego llevarlas a Puerto Maldonado y obligarlas a ejercer la prostitución.
No sólo concierne a adolescentes y mujeres peruanas sino también a extranjeras presumiblemente víctimas de trata, que no cuentan con visas de trabajo. Así tenemos, por ejemplo, el descubrimiento de una red colombiana en Miraflores el año pasado cuando se intervino la discoteca “Tequila Rock”, en donde detuvieron a 21 peruanas y 38 colombianas, o la realizada en el night club “Venus”  en la que fueron detenidas seis peruanas y catorce colombianas. En esta discoteca, según los agentes policiales, “se ejercía prostitución clandestina y se explotaba las ganancias de las meretrices”.  La intervención en las famosas “Suites de Barranco”  también en octubre pasado permitió conocer que trabajadoras sexuales extranjeras, colombianas, dominicanas, venezolanas y una boliviana, estaban en el país sólo con visa de turista e incluso ya vencida en algunos casos. Un blog en el que se anuncian lo que ofrece el club “Venus” es elocuente para dar cuenta de cómo las mujeres son vistas y ofrecidas como objetos de consumo: “Chicas recomendadas: Peruanas… Extranjeras a escoger, colombianas, ecuatorianas y lo más importante las bailarinas (Famositas) que cobran menos que en otros lares”. 
Son muchos casos en que niñas, adolescentes y adultas se ven en envueltas en una problemática que mueve millones y millones de dólares, y que cuenta con el silencio y la complicidad de autoridades, policías, población en general, porque aunque la prostitución no es penada legalmente y es mal vista por la gente, considerada inmoral y nadie quiere que su hija, hermana o amiga íntima sea prostituta, al mismo tiempo es tolerada y casi admitida como un mal necesario que posibilitará satisfacer la incontenible demanda masculina de sexo.
Como lo señala Cecilia Lipszyc:
“La prostitución tiene su base en un sistema cultural sexual que sustenta la demanda del sexo como servicio prestado por un objeto sexual subordinado y dócil, que desaparece en tanto sujeto y cuya propia sexualidad resulta negada. Arraigadas razones culturales y sexuales que aparecen ‘naturalizadas’, mujeres y varones (pero sobre todo mujeres y niñas) pertenecientes a los sectores sociales más vulnerables son la oferta socialmente producida para esta industria.” 
Una industria que cada vez las busca más jóvenes, seguramente porque es esto lo que exige la demanda actual de servicios sexuales. Según lo declarado por el dueño del club nocturno más conocido de Lima, llamado “Las Cucardas”, en las últimas dos décadas las edades promedio de las mujeres que trabajan en este local han cambiado de 40 años a estar entre 18 y 30. 
Mujeres y adolescentes objetualizadas, destinadas a ofrecer el placer a los hombres, lo que no es sino el reflejo del sistema de poder que existe en sociedades patriarcales, en donde se obliga a los hombres a validar su masculinidad a través de su potencia sexual, que debe ser permanentemente demostrada y satisfecha. Mujeres vistas como carne para el consumo, escindidas de su humanidad, por los hombres que asisten a los locales de diversión. Un cliente de uno de estos en Madre de Dios lo grafica claramente al contestar la pregunta del periodista Guillermo Galdos, del canal británico Channel 4, sobre una muchacha en el bar: “Las Peladitas”, cuyo nombre ya nos remite a la edad de las chicas, diciendo: “Esa bebita está como para ummmm, para comerla enterita, para hacerla ensalada, ensalada de carne”. 
Por otra parte, cabe señalar que el tráfico de mujeres y la explotación sexual se encuentran estrechamente ligados al tráfico de drogas, como lo menciona la mexicana Lidia Cacho, quien ha hecho una exhaustiva investigación sobre la trata de mujeres en el mundo: “Los criminales atraen al tráfico de droga a muchas mujeres, en especial a las adolescentes, con una idea de que la prostitución es una actividad con glamour”.
Nada más alejado del glamour en realidad, como lo señala el dueño de “Las Cucardas” en el reportaje anteriormente citado, hablando de las mujeres que ahí ofrecen sus servicios: “La vida es cruel, el 100% son depresivas”. Asimismo, en el reportaje de Galdos podemos apreciar el dolor y la angustia de una joven mujer cuando dice que está “aburrida, que me esté tocando cualquier persona es horrible”. Por ello, siendo el Perú en estos momentos el principal productor de coca es un punto que debería llamar la atención de las autoridades y de la sociedad en general, pues se puede preveer que la trata de mujeres para ser prostituidas, traficadas, intercambiadas con seguridad aumentará y con ello la vida destrozada de miles de mujeres peruanas y extranjeras que verán rotos sus sueños.
Sueños como los de Majo, una chica ecuatoriana de Manabí que aparece en el video sobre “Las Cucardas” y que dice que quiere ser doctora en medicina cuando vuelva a su país. Sueños que probablemente nunca lograrán realizarse pues, como señala Lydia Cacho, muchas mujeres cuando regresan a sus países son vistas como parias y vuelven a ejercer la prostitución. Al menos, agrega, “en ese ambiente, me dijeron, no se sienten juzgadas y se encuentran con las otras parias del mundo, las esclavas de un poder que las educó para desconfiar de todos y considerarse objetos en venta. Pertenecen a una categoría social diferente a la cual la antropóloga feminista Rita Laura Segato denomina ‘las otras, las mujeres consumibles’”. 
Tomando en cuenta la dimensión de la problemática, los cientos de vidas de niñas, adolescentes y mujeres que están en juego, es imperativo que se reflexione, debata, se busquen salidas para proteger la vida y los derechos de las niñas, adolescentes y mujeres víctimas de trata y forzadas a prostituirse, ya sean peruanas o extranjeras.

Rosa Montalvo Reinoso

http://www.noticiasser.pe/22/01/2014/teleidoscopio/mujeres-consumibles
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