La mayoría de arquitectos peruanos, parecen convencidos de que existen dos categorías de seres humanos: Sus clientes y las empleadas del hogar
Wilfredo Ardito Vega saca a la luz una indignante realidad que desluce el llamado boom de la construcción y el papel de nuestros arquitectos y las inmobiliarias. “Mi último artículo refleja la discriminación en que viven las trabajadoras del hogar. Laboran todo el día y viven confinadas en una celda”, reseña. A continuación reproducimos el artículo publicado en su blog de la mula.pe
“Lux es un referente urbano que surge del perfecto equilibrio entre el dinamismo citadino y calidad de vida. Cuida tanto los detalles estéticos como la seguridad, y se une a esa tendencia mundial que busca crear oasis de tranquilidad en el corazón de la vida moderna”. Así se anuncia un nuevo proyecto de la empresa Inmobiliari. El problema es que los detalles estéticos y la calidad de vida están pensados solamente para algunas de las personas que vivirán en los departamentos que vende esta empresa.
Los arquitectos de Inmobiliari, como la mayoría de arquitectos peruanos, parecen convencidos de que existen dos categorías de seres humanos: sus clientes y las empleadas del hogar… Para los primeros, diseñan grandes habitaciones, muy bien iluminadas, con espléndida vista. Para las segundas, un cuarto diminuto, sin ventanas ni ventilación. Otra inmobiliaria señala: “Capiente ha sido concebido con la finalidad de darte la comodidad que mereces con amplios espacios y en una de las mejores zonas de Miraflores, vive como te gusta… ¡vive amplio!”. Pensé en esta frase después de ver un diseño de la arquitecta Patricia Llosa que confina a dos empleadas en una habitación más pequeña que el walking closet del dormitorio principal.
Estos arquitectos del siglo XXI diseñan casas y departamentos desde una mentalidad del siglo XVI. De hecho, las empleadas “cama adentro” son una herencia colonial, típica de tiempos donde los sirvientes se quedaban de por vida al servicio de su patrón.
Varias personas me dicen que en realidad las empleadas cama adentro son un oficio en extinción, como los lecheros o las nodrizas. “No sabes lo difícil que se ha vuelto conseguir empleada”, me dice una amiga. “Y si es cama adentro, ¡ya es imposible!”
Es verdad que se ha producido una evolución positiva: hace algunos años, las agencias de empleo fomentaban la explotación de las trabajadoras del hogar, hasta reteniéndoles ilegalmente su DNI. En cambio, las supervisiones del Ministerio de Trabajo han dado buenos resultados y las propias agencias ahora informan a las empleadas y a los clientes sobre cuáles son los derechos, desde la CTS hasta el seguro y desde las vacaciones hasta las gratificaciones. Hace pocos años, parecía impensable que una trabajadora del hogar percibiera el sueldo mínimo. Ahora esto parece una situación muy frecuente e inclusive hay quienes ganan 1,200 soles. Este panorama ha llevado a que muchas familias prefieran tener el servicio de una persona que llega por horas, dos o tres veces por semana.
Sin embargo, miles de mujeres siguen trabajando en Lima bajo la modalidad “cama adentro” y normalmente son jóvenes, que no tienen vivienda en Lima. El problema es que por ello se encuentran en una situación de mayor vulnerabilidad: saben que si reclama frente a un retraso en el pago, un incumplimiento en las prestaciones que establece la ley 27986 o un maltrato, se exponen a perder no solamente el trabajo sino el lugar donde viven. Los casos de abuso sexual se han producido también hacia estas trabajadoras. Normalmente estás jóvenes no llegan a Lima mediante una agencia formal, sino intermediarios que recorren las zonas rurales en lo que son verdaderas redes de trata de personas.
La jornada laboral de una empleada cama-adentro se prolonga de manera indeterminada: Muchas familias consideran que debe estar disponible si algún integrante llega tarde o se levanta temprano, como ocurre ahora que los escolares salen para el colegio a las seis y media de la mañana o aún antes.
-“Se diseñan casas con cuarto de servicio porque mucha gente quiere tener empleada cama adentro” –me dice un estudiante de arquitectura, comentando esta problemática.
También es verdad que algunos arquitectos encubren como alacena o depósito, la parte de la casa destinada para la empleada, pero les delata el baño de servicio. Es más, en algunos casos es fácilmente deducir por el plano que la empleada deberá acomodar su cama en la cocina o la lavandería sin ninguna privacidad ni comodidad.
En realidad, en el momento que una familia contrata a una trabajadora del hogar, éste se transforma en un centro laboral y, por lo tanto, es necesario que la seguridad, la salubridad y la privacidad de la empleada estén garantizadas. Los inspectores laborales deberían estar facultados para supervisar que la Ley 27986 se cumpla para prioritariamente para las trabajadoras cama-adentro, por su mayor grado de vulnerabilidad. Los cuartos de servicio deberían cumplir con requisitos mínimos como luz natural y dimensiones mínimas, similares a cualquier otro dormitorio. Una Municipalidad no debería aprobar la licencia de construcción de departamentos que son verdaderos calabozos para las empleadas del hogar.
“En Lux tendrás las comodidades para un paréntesis de serenidad en el medio de la ciudad” sostiene la publicidad de Inmobiliari. “¡No te pierdes de nada!, declara la inmobiliaria Marcan. Parece realmente un sarcasmo cuando se aprecia las condiciones que sus amables arquitectos han impuesto a las trabajadoras del hogar de sus clientes.
* “¡vive amplio! Pensé en esta frase después de ver un diseño de la arquitecta Patricia Llosa que confina a dos empleadas en una habitación más pequeña que el walking closet del dormitorio principal”.
* Los cuartos de servicio deberían cumplir con requisitos mínimos como luz natural y dimensiones mínimas, similares a cualquier otro dormitorio. Una Municipalidad no debería aprobar la licencia de construcción de departamentos que son verdaderos calabozos para las empleadas del hogar
Un abogado empeñado en erradicar el racismo y la discriminación
Wilfredo Ardito Vega es un abogado, profesor universitario, analista de temas sociales, pero sobre todo es un tenaz activista y promotor de derechos humanos. Se formó en derecho para, desde su campo, tratar de solucionar esa problemática a través de la promoción de normas y leyes.
Actualmente es catedrático de la Facultad de Derecho de la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP) y de la Universidad del Pacifico, además de ser miembro de la Mesa para la No Discriminación de la Coordinadora Nacional de Derechos Humanos. Ha sido responsable del Programa de Jueces de Paz del Instituto de Defensa Legal (IDL).
Tiene una extensa lista de libros publicados entre ellos figuran los Reflexiones peruanas: por un país sin discriminación (2009), Situación de los Derechos de los Pueblos Indígenas (2008), Derechos colectivos de los pueblos indígenas: el caso peruano (2009), entre otros.
Tiene proyectado editar en próximo año un libro con sus últimos artículos publicados en su blog Reflexiones peruanas.