Violencia contra la mujer


La violencia física, psicológica o sexual contra la mujer es causa de un martirologio de cada día en un país como el nuestro, en el que dos mujeres son víctimas de violación cada hora y en el que 10 de ellas mueren cada mes por causa de feminicidio, un delito tipificado hasta hace poco como la violencia seguida de muerte o daños graves ejercida contra una mujer por su pareja o ex pareja.

Tuvo que darse una larga lucha asumida por grupos feministas y la Defensoría de la Mujer para que este delito se tipificara y fuera incorporado al Código Penal. En esto el Perú había acumulado gran retardo respecto a países hermanos como Costa Rica, Chile, Guatemala, Argentina, Colombia, El Salvador y México, que ya lo habían incluido en su legislación. Este retardo sorprendía a pocos, pues también se registra en otros campos en los que la igualdad entre hombres y mujeres no pasa de ser una declaración retórica.

Sin embargo, y a los pocos meses de aprobada, ya el Congreso ha tenido que modificar la ley de feminicidio, extendiendo la tipificación de este delito incluso cuando el autor no sea esposo o pareja de la víctima, sino un acosador, vecino o ex enamorado. En este caso la sanción mínima será de 15 años de prisión. También se ha establecido la forma agravada, que se da cuando la víctima es menor de edad, estuvo gestando, se encontraba bajo el cuidado del causante o si la muerte se produjo por agresión sexual. De igual modo, si la mujer es discapacitada o víctima de trata de personas. En este caso la pena mínima será de 25 años, y será de cadena perpetua si concurren dos o más agravantes.

Esta incorporación de nuevas figuras a este delito se justifica, por cuanto en el Perú se han registrado 97 mujeres víctimas de feminicidio en 2012 y se cuentan 61 en lo que va de 2013. Esto quiere decir que, en el ámbito latinoamericano, nuestro país solo es superado por República Dominicana (127 víctimas en 2012) y Colombia (105 víctimas). Los países que siguen son Chile y Paraguay, con 40 víctimas.

Un promedio de diez mujeres víctimas cada mes por feminicidio debiera bastar para hacer sonar todas las alarmas, pues se trata de cifras que corresponden a países industrializados que nos superan en población, tales como España, Francia o Italia (este último con 59 víctimas en lo que va de 2013). En España y Francia se ha llegado a contabilizar un caso grave por violencia de género cada tres días, pero las cifras se encuentran en descenso.

Lo anterior quiere decir que la violencia contra la mujer no es un hecho inevitable o que no pueda ser combatido. Pero los países que han registrado éxitos en este terreno –podemos citar los casos de España y Chile– lo han logrado gracias a intensas campañas de prevención que entre nosotros brillan por su ausencia. Estas campañas invitan a las víctimas a denunciar los casos de violencia familiar –no solo sobre la pareja, también sobre los hijos–, los mismos que a menudo son mantenidos en secreto, generando consecuencias traumáticas en mujeres y niños que sufren silenciosos vía crucis domésticos.

También la educación brindada en la escuela debe contribuir al repudio y denuncia de la violencia familiar. Y en los casos que lleguen a hacerse públicos, hay que evitar las condiciones desventajosas para la víctima, obligada a confrontarse con su agresor y considerada sospechosa de haber, de un modo u otro, consentido, según establece un persistente prejuicio machista. Sin duda que hay aquí un trabajo de cambio de mentalidades que no será posible en pocos años sino en el lapso de una generación, pero es mucho lo que queda por hacer para lograrlo.

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