Justicia para Jhinna (1000 días de espera)

Pese a haber sido engañada, secuestrada, drogada, violada y de estar siendo prostituida en contra de su voluntad, por momentos sentía que todo estaba bien, que eso le tocaba en esta vida. Quién se iba a meter con Chávez, si cuenta con matones, si es amigo de muchos policías, fiscales y jueces, todos ellos engreídos de su night club-prostíbulo.

Quién podía cometer la locura de denunciarlo cuando lo único que tiene es su palabra, la de una prostituta, contra la de un empresario con amigos influyentes. Quién, a estas alturas de la vida, podría tener confianza en el Poder Judicial. Denunciarlo no tenía ningún sentido. Eso es lo normal. Y Jhinna era una chica normal. Una joven de Tarapoto que soñaba con estudiar danza, pero que se resignó a buscar trabajo en una peluquería. La persona encargada le dijo que en Piura lo obtendría y la subió a un auto que la dejó en el Night Club.

La Noche. La Noche fue su prisión. Al llegar le dijeron que debía 100 soles por el viaje y que no podía irse sin pagar. Se quedó retenida en el local . Al día siguiente se enteró que debía pagar por el cuarto que había ocupado. Luego la comida, la bebida, el servicio de televisión. Semanas después, luego de ser drogada y violada, su deuda era altísima. La única forma de “rebajarla” era cediendo y eso ocurrió.

Jhinna recuerda cómo una chica intentó huir, pero poco tiempo después se “accidentó” y murió. No había salida. ¿No es el ser humano un animal de costumbres? Hace mil días, sin embargo, Jhinna enloqueció. Un policía honesto, uno de esos extraños personajes que aún existen, que suelen ser los menos populares del barrio y los más incómodos de sus instituciones, la instó a cometer una locura: denunciar a su captor.

Poco tiempo después de concretar su denuncia, Francisca Macharé, la única testigo dispuesta a confirmar el testimonio de Jhinna, murió atropellada por la camioneta de Chávez, el principal denunciado. Su muerte ocurrió poco antes de ser llamada por la fiscalía. Nadie hizo una necropsia ni investigó. Chavez “arregló” con la familia. El caso de Jhinna corría el riesgo de archivarse, de ser una denuncia más. Afortunadamente, 1000 días después, aún existe la posibilidad de que su valentía y confianza no hayan sido en vano.

El trabajo que ONGs como CHS vienen realizando para que cada vez más personas conozcan, detecten y denuncien la trata de personas es destacable, pero no es suficiente. Las víctimas de trata son más de las que creemos y nos corresponde a todos poner de nuestra parte para que estas personas sepan que no están solas, para que la pérdida de la confianza y la desesperanza no sean la regla en sus vidas.

La fiscalía de Piura ha acusado a Chávez por el delito de trata de personas y ha pedido para él la pena máxima: 35 años. La dureza de la sanción se justifica pues este complejo delito involucra secuestro, violación, extorsión, violencia física, psicológica e intento de asesinato. Como sociedad nos corresponde estar vigilantes. La decisión del juez podría significar un precedente histórico. Mientras tanto, Jhinna vive con protección policial. Sigue recibiendo amenazas y aunque aplaudimos su valentía, una parte de ella sigue teniendo miedo, sigue preguntándose si no fue mejor huir sin decir nada. Esperemos que no se arrepienta, que el Estado esté a la altura de su valentía y que las miles de personas que atraviesan situaciones similares no consideren esperanza con locura.

Columnistas diario16.pe | 06-06-2012 | Jerónimo Centurión
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2 comentarios:

Belén dijo...

Hola, me podrían pasar una dirección de mail para escribirles? gracias.

Anónimo dijo...

Y como sigue el caso de Jhinna Pinchi?, realmente es una lastima que nuestros operadores de Justicia esten involucrados con este Delito de la Trata de Personas. JUSTICIA PARA JHINNA.

Susan.