La angustia de no saber de ti


Más de 500 casos de adolescentes desaparecidos se registraron este 2013. La mayoría son ubicados o regresan al cabo de unos días, pero mientras dura su ausencia los familiares se hunden en la desesperación.

Un vacío enorme, sombrío, triste, flota en cada uno de los tres pisos de la casa de la adolescente Ana Rivera Barrera, 14 años, en San Juan de Lurigancho. Ella desapareció hace exactamente un mes y su abuelo Pascual y sus tíos Rebeca, Ana y José, que vivían con ella, andan inconsolables. Cada mañana se levantan con la esperanza de que pueda aparecer y cada noche se acuestan con la angustia de no saber dónde está y que algo malo le haya pasado.

-Era una buena estudiante, tranquila, no era una niña alocada. Éramos muy unidos y por eso nos sentimos tan mal, cuenta su tía Rebeca sentada en la sala de su casa y con la voz quebrada.

El 15 de noviembre pasado Ana salió de clases en su colegio Sor Ana de los Álamos pero ya no volvió a su casa. Ese día tenía una clase adicional y debía quedarse dos horas más. Dieron las cuatro de la tarde y no regresaba. Un tío fue a buscarla, pero ya no había nadie en el colegio. Al salir de su trabajo, su tía Rebeca también fue a hablar con sus compañeras de salón, preguntó por toda la zona y ninguna persona pudo decirle algo sobre su paradero.

Su sobrina desapareció sin dejar rastro, con sus cuadernos y el buzo que llevaba puesto esa tarde. Treinta días después no tienen un solo indicio de dónde pueda estar. Sin embargo, hay una historia previa que los hace sospechar que Ana fue raptada: en abril pasado, el mototaxista Julio Delgado, de 24 años, que vivía cerca de su casa y que siempre la acosaba, intentó llevarla por la fuerza a una cochera y ellos lo denunciaron ante el Poder Judicial. El proceso todavía continuaba.

-Parece que esta misma persona ha estado rondando el colegio para amenazarla. Pero ella no nos contaba nada, explica su abuelo Pascual en la sala de su casa.

El mototaxista también desapareció el mismo día que la adolescente. Le dejó una carta a la señora que le alquilaba la cochera para su mototaxi. Hoy tiene una orden de captura en su contra. Don Pascual, quien fue el que lo denunció, está convencido de que Ana fue llevada contra su voluntad. En el último mes este hombre no ha descansado: ha recorrido calles, mercados, comisarías. Camina todo el día, a pesar de sus 73 años, indagando por su nieta.

Como explica Rebeca: “Se siente una gran impotencia al no saber qué puede haber pasado con ella. Si regresará o no. No podemos ni dormir”. Ellos sienten que quizá no la protegieron lo suficiente y sufren también por la madre de la adolescente, que se fue hace cinco años a trabajar a Estados Unidos y aún no puede venir. En enero próximo Ana cumple 15 años y planeaban celebrarlo. “¿Dónde puede estar?” se preguntan todos los días. Por ahora los días transcurren para ellos llenos de incertidumbre.  

Una inmensa mayoría

El caso de Ana es uno de los 500 casos de desaparición registrados este año, en menores de 14 a 17 años. “De  todos los casos de desaparición, por lo menos el 80% corresponde a adolescentes”, explica el mayor PNP César Delgado, del Departamento de Investigación y Búsqueda de Personas Desaparecidas. A su vez, de todos los menores desaparecidos, el 79% aparece en los días siguientes. El resto tarda más o no aparece.

En este último caso, cuando hay indicios de que puede tratarse de un secuestro, un homicidio o de trata de personas (llevarlos a otro lugar y retenerlos contra su voluntad para explotarlos sexual o laboralmente), entonces la Unidad de personas desaparecidas deriva el caso a la División de Investigación de Secuestros o a la de Homicidios para que ellos sigan el caso. “Nosotros continuamos en paralelo con la búsqueda hasta que se cierre el caso”, dice Delgado.

A esta unidad policial también llegó hace poco el caso de Sara Almerí, 17 años, que salió de su casa el 20 de noviembre para ir a una cabina internet, pero tampoco regresó. Ella vive con su abuela Carmen Zavaleta, de 58 años, a media cuadra del mercado Los Cipreses, en San Martín de Porres, una zona ‘movida’ donde abundan los peligros para los jóvenes. La señora cuenta que su nieta ya antes se había ido de la casa por varios días pero volvió.

-Esta vez es diferente. Nunca había desaparecido tanto tiempo, cuenta la señora en el interior de su vivienda, una humilde construcción de una sola planta, ladrillos sin tarrajear y escasos objetos.

La señora se encarga de cuidar a sus nietos porque su hija –que también se llama Carmen– trabaja como vendedora ambulante y no está mucho en casa por salir a vender. Su nieta Sara, como no había quien la controlara, pasaba mucho tiempo en la calle. Además andaba con amigas inquietas como ella y hasta dejó de acudir al colegio. Su abuela dice que por el barrio hay ‘fumones’ y delincuentes que podrían haberle hecho algo malo a su nieta.

Hoy lo que piensa la señora es que Sara, o quienes se la llevaron, podrían estar en provincia. Y su nieta, aunque quisiera volver, no puede. Ella anda deprimida porque a pesar de que ha hecho todo lo posible por cuidarlos, sus nietos nunca tuvieron un papá que se encargara de ellos y faltó la imagen de autoridad en la casa. "Hoy me pregunto si mi Sarita tendrá qué comer, si está pasando frío, dónde estará durmiendo, o si le han hecho algún daño. Uno imagina tantas cosas”, dice la señora.

De acuerdo con los casos que a diario llegan al Departamento de Investigación de Personas Desaparecidas, la mayoría de adolescentes se fuga influenciado por otra persona ya sea la pareja –casi siempre un enamorado en el caso de las chicas– o amigos. En diciembre muchos también se escapan porque salieron desaprobados. En algunos casos se van porque tienen conflictos con los padres o viven en hogares disfuncionales.

Para el jefe del departamento, el coronel PNP Alberto Papuico, los padres deben mantener permanente supervisión sobre las amistades de sus hijos. Explica que la interrelación de los jóvenes con otras personas pueden tener tres características: 1) la de dominante y dominado. 2) la de equilibrio. 3) la desencadenante, que es aquella en donde uno influencia tanto en el otro que lo lleva a hacer cosas que aparentemente no haría. “La primera y la tercera son interrelaciones peligrosas. Hay que estar atentos a las malas influencias”, dice.

La desaparición de un adolescente a veces dura poco pero sume en la desesperación a la familia. Ese es el caso, por ejemplo, de Solange, de 15 años, quien desapareció el 26 de noviembre pasado en el Callao y apareció tres días después. Mientras estaba perdida sus familiares recurrieron a la policía, a sus amigos y a páginas como El Buscapersonas. Allí una pariente dejó escrito: “Virgen de Guadalupe, te pido de todo corazón que la encuentren sana y salva, que no le haya pasado nada malo. Todos estamos esperando su regreso”.

Cuando esta nota salga publicada ojalá las dos adolescentes que citamos hayan apaecido o lo hagan pronto. El vacío es terrible. "Nada te puede consolar", dice Rebeca, tía de la pequeña Ana.

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